
Ay, mi querida Genoveva!

La estoy evocando en esta tarde de nubes blancas y cielo azul, anaranjado sol que ya se pone, cantos de pájaros, chillidos de mis cotorros y perfumes mixturados de flores de naranjos, capulíes, rosas, jazmines y mandarinos... ¡Genoveva! Mezo mi hamaca con un tenue bamboleo y ese rostro amado me persigue, riendo y sonriendo, entre pícara, alegre y juguetona... como diciéndome: ¡intenta escurrirte de mí! El aire suave y perfumado que baña mi piel mientras me hamaco refresca mi alma y trae a mi memoria su respiración entrecortada y su tierno aliento en mi cuello...

¡Y todo eso está grabado en mi neocortex! Este tenue manto de neuronas, con áreas especialmente dedicadas al lenguaje, el tacto, la visión, el olfato, el gusto, el oído, la sensación motora... que resultan en una estructura notablemente uniforme cuya implicación sorprendente es que subyace en ellas el mismo mecanismo básico de procesamiento de nuestras percepciones sensoriales... ¡no hay diferencias morfológicas ni bioquímicas en las redes neuronales de cada área especializada, respecto de las otras!
Pero ¿cómo es que mi cerebrito procesa toda esa información que recibe y cómo es que la recrea a voluntad? Las principales vías de acceso a mi cerebro son los nervios ópticos, auditivos, gustativos, olfativos, sensoriales y la médula espinal, a través de los cuales le llegan innúmeras series de chispazos neuronales... como en este preciso instante me llegan al oído canturreos de pájaros diversos, Serrat cantando "Música", el graznido de mi ganso Pimberto, los chillidos de mi cotorro, el piar de los pollitos... y ese rostro amado de pestañas rizadas, mejillas con hoyuelos, negra y ondulada cabellera...
Olvidaba también el zumbido de un avión, tenue al inicio, atronador luego, para decaer provocando una secuencia de ondas acústicas diferentes, y ciclos también diferentes que ocasionan un efecto doppler, a partir de los cuales puede uno deducir la dirección y la velocidad del vuelo de la aeronave. Un tenue céfiro mueve suavemente las hojas de las matas de plátano que están a unos metros de distancia, provocando un susurro delicado que me recuerda los amorosos reclamos de Geno para ir a tomarme un café en su compañía, mientras que una gallina cacarea ante la intrusión de Pepe, mi gato persa.

¿Quiere decir esto que sin los demás seres humanos, conformantes de la comunidad lingüística a la que pertenezco, no me sería posible distinguir nada? Nope. Sólo el lenguaje permite realizar distinciones. Sin palabras ni gestos, -dos modalidades que asume el lenguaje-, no es posible hacer distinciones. Sin una comunidad de seres humanos no hay lenguaje. Yo sólo, no comprendería nada, porque "mi mente" es una consecuencia heredada de la comunidad que me ha cobijado así como una parte de ella. Yo, sin el otro no soy biológicamente viable como ser humano. El otro, sin nosotros, tampoco es viable... Mi vida, en ausencia de Genoveva y sus mimos, tal vez no tenga sentido.
Mi cerebro es el operador biológico de "mi mente" que a su vez es social, humana y compartida. Mi mente trasciende mi cerebro, el cual es tan sólo el depositario de los modelos de percepción, distinción e interpretación, que provienen de esa mente comunitaria asumida en "mi propia mente" en el decurso de mi historia personal, es decir durante mi deriva dentro de ése contexto que me marca con su impronta. Por ejemplo, una parte de "mi" mente está conformada por la interacción en el grupo de mis amigos y a cada uno de los miembros del grupo le sucede igual... Otra gran parte de mi mente está remarcada por las gratas y profundas emociones emanadas de las interacciones con Genoveva.
El cerebro, el apoyo biológico de la mente, procesa una infinidad de señales perceptuales, que las discrimina en patrones o regularidades de reacciones bioquímicas y eléctricas en la red neuronal, las cuales se comparan cuasi instantáneamente y masivamente contra la infinidad de modelos perceptuales asumidos en nuestra mente social y lingüísticamente construida. Esta base referencial que constituye la "narrativa" particular de la comunidad a la que pertenezco, está asumida en "mi" mente, y es la que me permite realizar observaciones en el contexto fenoménico de mi vivir.

Dependiendo de sus particularidades genéticas y biológicas (razgo evolutivo), del azar y la necesidad (razgo contingente), complementadas con el modelado contextual en su deriva individual al interior de una comunidad (razgo social), el cerebro va afirmando sus habilidades de percepción, ya sea por imitación o recreación imaginaria de las conductas observadas en los demás seres humanos que lo rodean (como en los juegos infantiles), por intuición anticipativa o por conocimiento. La amplitud y coherencia de las regularidades que descubre un individuo le permiten armonizarse con el medio.
Todo lo que ocurre, ocurre en el tiempo y en el espacio. Igual, nuestros sentidos de percepción no dejan de tener una dimensión temporal y espacial. Sin tiempo no hay espacio y sin espacio no sería percibible el tiempo. Todo lo que existe dentro del contexto espacio-temporal, tiene un inicio y un final, es decir constituye un proceso, y desde que los humanos somos parte de ese contexto, también constituimos un proceso, cuya existencia se da al nivel biológico (individual) y al nivel social (comunitario), dentro de la biosfera, de la cual somos una parte sistémica... inseparable.
La canción que escucho transcurre melodiosamente en el tiempo y en el espacio... sin tiempo no habría sonido alguno, sin espacio, desaparecería el medio de ocurrencia. De modo que el escuchar es un modo de percepción claramente relacionado a patrones o regularidades temporo-espaciales... y lo mismo ocurre con la fovea y sus intermitencias de fracciones de segundo para distinguir visualmente... o el tacto. Sentir algo es descubrir o crear un patrón o regularidad que está ocurriendo en el tiempo y en el espacio... de entre la infinita cantidad de cosas que están ocurriendo en el tiempo y en el espacio. Y ellos son los referentes que nos permiten vivir.

Todas nuestras sensaciones son procesadas por órganos especializados... que traducen lo que perciben en secuencias de chispazos bioeléctricos y flujos de neurotransmisores danzando con neuroreceptores... que al llegar al cerebro, gatillan nuestras respuestas fisiológicas, conductuales, intentando armonizarnos con el medio, a través de nuestra interacción recursiva con el mismo. Este flujo de sensaciones que llegan en un idioma común al cerebro, son monitoreadas por el neocortex, a través de un reflujo de información armoniosa en una proporción mayor, para darle un sentido a lo percibido sensorialmente, excepción hecha con los besos de Geni, con los cuales al parecer mi cerebro queda anarquizado y la piel se me pone de "gallina"... Ay nanita!
Si observamos las interconexiones de las redes neuronales del cerebro, notaremos que hay mucho más fibras de retroalimentación que las de alimentación, es decir hay mucho más información transitando desde el cerebro hacia los órganos sensoriales. ¿Cuál es la implicación de esta arquitectura neural? La modulación y ajuste de las habilidades perceptuales de nuestros órganos sensoriales. ¿Qué información es ésta, en tan grande proporción? La que hemos acunulado y aprendido del medio en el que nos criamos... la memoria... --ese rostro tierno y dulce de Genoveva, recreado en mi imaginación--, que le da sentido al vivir y la asocia a todas las cosas bellas y emocionantes que nos rodean...

Esta memoria, llamada también autoasociativa, que reposa en la arquitectura neural del cerebro, es la que retrotrae la infinidad de modelos perceptuales asumidos en las regularidades "descubiertas" por mi cerebro, bajo la conducción de la "mente social" de la comunidad humana en la que emerjo como ser humano. La información acumulada en esta mente social es enorme pues su base de datos reposa en millones de cerebros, a los que tengo acceso de un modo automático vía mis creencias, presuposiciones o conocimientos implícitos... vía la denominada "cultura"... sin cuyos referentes carecería de "mente" pues esta estaría vacía, haciendo inutil mi cerebrito e impidiendo extasiarme en el rostro de Genoveva.
Desde que mis órganos sensoriales perciben el discurrir de mi mundo externo, modulados por la "cultura" (mente social) asumida en mi "propia mente", es comprensible que la retroalimentación hacia ellos sea bastante mayor que la "alimentación" por parte de ellos. Esto explica además todas aquellas afirmaciones tales como "todo depende del cristal con que se mire", "el gusano del rábano, cree que todo el mundo es un rábano"... y eso porque nuestros "modos" de percibir el mundo, tienen que estar ajustados operacionalmente al contexto en el que estamos –nuestro único referente-- y a ninguno otro.

Cuando "observamos" cualquier hecho, nuestra mente proporciona gran parte de dicha observación, en conjunción con los órganos sensoriales involucrados, de un modo holístico, integral, temporal (mediante la linearidad secuencial) y analógico (espacial). Esto lo hace nuestro cerebro con sencillez y elegancia desde que le bastan pocos datos para llegar a una hipótesis explicativa a modo de conclusión... claro está que con ayuda de la memoria autoasociativa, y no podría ser de otro modo, para proyectar alternativas de ocurrencia dentro del mismo contexto.
Con unos pocos olores o sabores podemos deducir (en realidad suponer o hipotetizar) si lo que Gennie tiene en la cocina es un canard a l'orange o un gorrino asado en salsa teriyaki... tal vez escamoles... o un ají de gallina, en fin, nos bastará retrotraer esta progresión de memorias autoasociativas, gatilladas por claves contextuales para anticiparnos a la sorpresa culinaria que nos depara amorosamente... dependiendo de lo sorpresiva que se haya mostrado ella en el pasado... (Ohhhh... las regularidades!)
Está claro entonces que los humanos poseemos suposiciones fundamentales respecto de todas las cosas, lo cual nos permite darle sentido a nuestro mundo y predecir en cierto grado las consecuencias del decurso de nuestras acciones y conductas. Cuando sucede algo que no habíamos previsto, sentimos haber cometido un error o equivocación, es decir un cálculo erróneo o predicción equivocada... un error de apreciación... pero tal cosa no podría suceder si funcionáramos únicamente en base a la información sensorial... si nuestros sentidos fueran los equivocados, no podríamos corregir tales errores, desde que no existiría una base referencial, sobre la cual constatar el error.

La memoria asociativa, experiencial y socialmente construida, se convierte a su vez en el mecanismo de aprendizaje por excelencia: Cuando cometemos de vez en cuando un "error de apreciación" sucede que nuestra hipótesis explicativa no ha resultado funcional... y por tanto necesitamos modificarla o añadir otra hipótesis en la que basar nuestros actos o conductas... los cuales serán diferentes y novedosos, es decir constituirán un aprendizaje de algo nuevo. Si no cometiéramos algunos "errores" no generaríamos nuevas conductas y el aprendizaje sería inexistente: La ausencia de errores en nuestro desempeño, tampoco haría necesario nuevos aprendizajes.

La "cultura" de la que está imbuida nuestra mente, hace que un judío no pueda pensar como palestino y viceversa... que un cristiano no pueda pensar como mahometano y viceversa... que un gringo "perdedor" no pueda pensar como un vietnamita "ganador" o que un chileno pueda pensar como peruano. Sin embargo la humanidad ha progresado con el concurso de todos estos pueblos... Su diversidad de pensamiento ha enriquecido a toda la especie humana... y viceversa, la uniformidad sólo nos empobrecería, disminuiría nuestro bienestar y progreso... dejaría de existir el desarrollo humano.
Son nuestras diferencias las que nos permiten ser mejores seres humanos, siempre que las asumamos con mente de principiante (apertura mental) y jamas creernos poseedores de ninguna clase de "verdad". Ese tipo de "verdad" es un insulto al otro. La diversidad no es entonces el problema, por el contrario, está en la pretensión de uniformidad... el problema está en que cada pueblo cree ser el poseedor de la verdad que hay que imponérsela a los otros... y eso es porque cada uno de nosotros creemos a su vez ser poseedores de la "verdad", lo cual es un craso error del que ya necesitamos aprender, pues no resulta funcional para el desarrollo humano y a menudo sus consecuencias son crueles y devastadoras.

Para la especie humana –al parecer--, sólo el amor podría ser lo más cercano a una verdad absoluta... porque es constructivo y promueve nuestra humanidad... en cambio el odio es destructivo y puede desaparecer a toda la humanidad. Es por ello que necesitamos tener conciencia de qué somos y quienes somos: Seres vivos con instintos específicos –donde el amor es esencial para nuestra supervivencia-- y también seres gregarios... para los que la comunidad es nuestro fin supremo.
Basilio Kondory Atocsaykuchi
*fotos y videos (extraídas del internet)
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