La madrugada de 9 de diciembre de 1824, se alinean en el frente las fuerzas patriotas y realistas, en las faldas del cerro Condorcunca, aproximadamente a las 10 de la mañana, el General Sucre recorre la pampa en su corcel al galope arengando a sus divisiones de combate, para pronunciar su rotunda e histórica arenga:
“¡Soldados! De los esfuerzos de hoy pende la suerte de la América del Sur!¡Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia!”.
Sucre comenzó a disponer sus tropas, iniciando la batalla, donde otro prócer de la independencia, el impetuoso general José María Córdoba, en voz alta, dio una orden que la historia ha hecho célebre: “¡Soldados, adelante; armas a discreción; paso de vencedores". Ante la eminente derrota, el ejercito realista empieza a replegarse hacia el Condorcunca.
Antes de las 13:00 horas, el ejército realista había tenido 1.800 muertos y los patriotas, 309, en menos de dos horas de lucha, ambos contendores habían sufrido bajas en sus efectivos. A las 14:00, llegó al campo realista un parlamentario de La Mar, ofreciendo al enemigo una capitulación honrosa.
Canterac reunió en conferencia a los generales y, después de larga deliberación
Se firmó el acta de capitulación de 18 cláusulas, al atardecer del mismo día, en una rústica y oscura habitación, con frente a la plaza de Quinua. El Virrey la Serna de las fuerzas realistas que se encontraba herido, exclamó emocionado dirigiéndose al general Sucre: ¡Gloria al Vencedor!, a lo que Sucre contestó:¡Honor al Vencido!.
Gloria a los vencedores de Ayacucho, honor a los héroes que gestaron la independencia Americana...
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